El cubano Silvio Rodríguez regresó a la Argentina después de 7 años (su última visita fue en 2018), y colmó el Movistar Arena dos noches y ya tiene una nueva función para el 21 de octubre, con entradas agotadas.
Su magia sigue intacta, y poco importó su voz quebrada por un estado gripal: “estoy catarreado”, se excusó en la primera función de este sábado, y “hoy estoy peor que ayer”, se lamentó en el concierto del domingo, que presenció BM Archivos Radio
Pero no estaba solo en su patriada de dar lo mejor de sí en dos horas de música.
Su público, cómplice, lo acompañó, lo mimó con sus coros, y le devolvió amor ante tantas ganas de cantarle a sus seguidores.
Desde la apertura con Ala de colibrí hasta el cierre con Rabo de Nube, Silvio hizo un recorrido donde unió himnos como Pequeña serenata diurna, Tonada del albedrío, Quién fuera, El necio, junto con piezas nuevas y homenajes.
Su poesía sigue intacta y pocos pueden discutirle, a los 78 años, su lugar de privilegio entre los mejores narradores latinoamericanos de los últimos 40 años.
Con su bandera intacta, su canto dejó en claro su posición indestructible; “Ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento oficial”, dice en Tonada del albedrío, y el estadio explotó en una ovación.
No dejó de lado el homenaje a varios de sus colegas, que son parte de esa Trova que conquistó a millones de seguidores, desde aquellos albores de la recuperación de libertades en los 80s, luego de tanto años de oscuridades en estas partes del mundo.
Muy emotivo fue también el momento del recuerdo al “Pepe” Mujica, a quién mostró su admiración, donde le destacó su mirada de esperanza en la vida que sigue, aunque el legendario dirigente se entregará al final de sus días.
“Virgen de Occidente”, “Viene la cosa”, “La bondad y su reverso” precedieron a “Pequeña serena diurna”, una canción que todos cantaron con fuerza, que hizo brotar las primeras lágrimas y que desató ovaciones: “Soy feliz, soy un hombre feliz y quiero que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad”.
Otro gran momento fue “Eva”, canción bandera del feminismo, también fue aplaudida, sobre todo en la reconocida frase “Eva deja de ser costilla”.
Silvio leyó después, enfundado en una kufiya, el poema “Halt!” de Luis Rogelio Nogueras, escrito en Cracovia en 1979 y fue otro momento intenso, cuando se enlazó con la actualidad: la lucha y el padecimiento del pueblo palestino.
El clima político fue inevitable y más aún luego que el viernes pasado, en la antesala de sus conciertos, se reunión en su prisión domiciliaria de San José 1111 con Cristina Kirchner, en un encuentro íntimo que luego trascendió en las redes
El tour de Silvio —que comenzó en Chile y continuará por Uruguay, Perú y Colombia— tiene todavía una parada más porteña, el martes 21 de octubre.
Cabe destacar, la sólida banda que lo acompaña con arreglos donde se lucen varios de sus integrantes, y que el caso de estos días con el problema de voz, fue un colchón de calidad para destacar su música.
Hubo un primer final con “Ojalá”, que no pudo cantar la primera noche, que el domingo cerró la parte formal del recital.

Sus regresos para bises al escenario fueron tres, una con su banda y luego meramente acústico para regalar uan versión única de “El Unicornio Azul”.
Quedó espacio a un cierre más íntimo, que dejó a todos los presentes conmovidos con “Historia de la silla” y “Rabo de nubes”, un canto genuino de esperanza.

Afuera poco importó la noche fría y la llovizna intensa. La gente quería cantar y cantó. Necesitó reverdecer sus ideales y no calló.
Y las decenas de familias que decidieron compartir esta fiesta se fueron cantando, porque Silvio lo volvió a hacer.
Poesía, compromiso y emoción, eso quedó flotando en el aire de Villa Crespo, y miles dijeron: gracias, maestro