Por Mariano Carballude, especial para BM Archivos Radio
El Periodismo Como Juego de Poder
En la Argentina de los años 80, cuando el país salía de la dictadura y se sumergía en los vaivenes de la democracia, el nombre de Jorge Lanata comenzó a resonar con fuerza en los círculos del periodismo independiente.
Nacido en Mar del Plata en 1960, hijo de una familia de clase media y con una madre que murió cuando él aún era niño, Lanata creció bajo la sombra de la ausencia. Aquella pérdida temprana, que lo dejó huérfano de madre, lo marcaría para siempre, pero también lo impulsaría a desarrollarse en la orfandad, a vivir en la frontera entre lo público y lo privado, entre la denuncia y la observación.
Como muchos de su generación, la política argentina se convirtió para Lanata en un campo de batalla, no solo para el ejercicio periodístico, sino para una batalla personal que tomaría forma en los medios.
Pero lo que Lanata encontró en el periodismo no fue tanto un oficio, sino una estructura de poder. El periodismo, en su caso, se convirtió en un lugar donde la verdad se juega con una violencia tácita, una fuerza que golpea y se defiende, donde cada palabra, cada noticia, cada análisis, es parte de un juego de poder.
La Fundación de un Sueño: Página/12
Corría 1987 cuando un Lanata de 26 años,fundó Página/12, el diario que se convertiría en su primera gran obra. Allí, a través de sus editoriales y notas, cimentó su estilo: directo, feroz, sin concesiones. Página/12, en sus primeros años, fue la plataforma perfecta para que Lanata construyera su voz. Un espacio que más que informar, buscaba descifrar y exponer las grietas del poder argentino.
Pero el diario no solo fue una tribuna para él, sino también un campo de lucha donde la escritura se convertía en una herramienta para combatir las sombras del poder. En este contexto, Lanata se hizo cargo de una de las tareas más complejas de la crítica: la de exponer las estructuras de la corrupción sin temor, ni a los gobiernos, ni a los propios medios.
Era un hombre de publicaciones rotundas, de gestos polémicos. En su lenguaje, en su forma de narrar, se condensaba no solo la información, sino la interpretación de una sociedad marcada por la mentira y la disimulación. Sin embargo, en su figura se reflejaba la contradicción: un hombre que construía su propio camino entre la denuncia y la desconfianza.
El Periodismo Como Acción de Guerra
Sin embargo, no todo en la vida de Lanata fue un relato lineal. En su paso por la dirección de Crítica de la Argentina, en 2008, enfrentó lo que podría verse como su prueba de fuego. La caída de aquel proyecto, que había comenzado con promesas de un periodismo independiente y disruptivo, se convirtió en un relato de desgaste, de tensiones internas, de desencuentros con la estructura empresarial que lo había respaldado. Su salida de Crítica, y la posterior quiebra del medio, no fue solo un golpe económico, sino un símbolo de la fragilidad de los proyectos de periodismo independiente en un país donde los intereses económicos siempre parecen ganar la batalla.
Pero como el mejor de los personajes trágicos, Lanata nunca dejó de intentar. Volvió a la radio, a la televisión. Su figura se consolidó como la de un hombre que hacía de la crítica su lugar de resistencia. La televisión lo convirtió en un nuevo tipo de personaje público, a medio camino entre el periodista y el entertainer.
En Periodismo para Todos, que comenzó en 2012, su mirada crítica alcanzó su punto más alto, convirtiéndolo en un fenómeno mediático. A través de ese programa, Lanata abordó no solo los temas de la política, sino los de la moral pública, las relaciones de poder entre los diferentes actores sociales. Con su estilo característico, desmenuzaba la realidad a través de la denuncia, de la investigación implacable.
El Periodista y la Realidad de la Politización
A lo largo de los años, la relación entre Lanata y el poder se fue estrechando. Con el kirchnerismo en el horizonte político, la figura de Lanata adquirió la categoría de enemigo de las esferas de poder, al menos desde los sectores que defendían la gestión del kirchnerismo.
Sin embargo, esa figura de adversario se fue construyendo no solo en el terreno político, sino también en el plano simbólico. Lanata pasó a ser la representación de un periodismo que no temía a los poderosos, que podía desafiar los límites impuestos por la política. Se convirtió en la figura que, a través de la crítica, se erigía como el actor de la democracia más temido.
Un Hombre de Decisiones Contradictorias
Más allá de la imagen pública, la biografía de Lanata está marcada por decisiones personales complejas. Su vida, al igual que sus proyectos periodísticos, estuvo llena de altibajos. Casado en varias ocasiones, su vida sentimental y familiar fue tan inestable como sus proyectos profesionales. Pero esa inestabilidad también se reflejaba en su forma de hacer periodismo. Lanata no solo era un comunicador, sino un hombre que vivía a la intemperie de la crítica y la contradicción. Un hombre que constantemente se movía entre la admiración y el rechazo, entre el amor y el odio.
El Final de un Periodista Impredecible e Imprescindible
El 30 de Diciembre pasado la muerte de Lanata sacudió al periodismo argentino. Un hombre que había sido tanto un crítico implacable como una figura de controversia y reflexión. Su legado es difícil de resumir. En el relato de su vida se cruzan los temas más complejos de la política argentina: la corrupción, la lucha por la democracia, las grietas sociales. Pero también está presente la figura de un hombre que no temía mostrar su fragilidad, que construyó un relato donde la verdad era siempre la protagonista, aunque a veces llegara como un golpe, como una revelación inesperada.
El periodismo argentino, con la muerte de Lanata, pierde a una de sus figuras más grandes, pero también a uno de sus más complejos interrogantes. Un hombre que, a través de su mirada crítica, ofreció más preguntas que respuestas, más dudas que certezas. Y quizás, al final, ese sea su legado más profundo: un periodismo que no se conforma con lo dado, que siempre está dispuesto a buscar más allá, incluso cuando todo parece derrumbarse.