Por Mariano Carballude, especial para BM Archivos Radio
El 18 de enero de 2015, el fiscal Alberto Nisman, fue encontrado muerto en su departamento de Puerto Madero con un disparo en la cabeza. Diez años después, las preguntas siguen flotando en el aire, vacías de respuestas, como la sombra de un hombre que, con su muerte, se convirtió en símbolo de un país entero incapaz de cerrar ciertos capítulos de su tragedia. ¿Suicidio? ¿Asesinato? Lo que está claro es que la verdad sobre la muerte de Nisman es un lujo que Argentina todavía no se ha permitido.
El Cruzado
Nisman no era un hombre común. En la etapa final de su trayectoria como fiscal, su obsesión fue sólo una: la investigación del atentado a la AMIA, ocurrido en 1994,y que mató a 85 personas. Durante años, Nisman siguió la pista de los responsables del ataque, buscando respuestas en las complejidades de la política internacional y el terrorismo. En sus conclusiones, acusaba a Irán y Hezbollah, pero también, lo que resultaba más explosivo, apuntaba a una red de encubrimiento que implicaba al propio gobierno.
El de la AMIA fue un crimen de lesa humanidad. La bomba que explotó en el corazón de Buenos Aires no solo mató a 85 inocentes, también desgarró el tejido social de la nación, dejando una herida que, como tantas otras, nunca dejó de sangrar. La justicia nunca llegó. El expediente de la AMIA se convirtió en un cajón de tierra lleno de promesas rotas y políticos mirando hacia otro lado.
Cuando Nisman entró en escena, lo hizo como un hombre con un propósito. La investigación del atentado a la AMIA, que llevaba casi una década estancada, pasó a ser su cruzada personal. Y, en medio de la opacidad que rodeaba el caso, Nisman se erigió como el hombre que no se iba a transigir. Pero lo que encontró fue más que una simple conspiración internacional: descubrió un pacto que involucraba a algunos de los más altos funcionarios del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner y algunos personajes funcionales al poder. Según él, la presidente argentina y su canciller, Héctor Timerman, habían fraguado un acuerdo con Irán para encubrir la responsabilidad del ataque a cambio de favores políticos y económicos.
Una Denuncia Impactante
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner ya bregaba por mantener su imagen internacional. En medio de la inestabilidad financiera y las tensiones políticas internas, un escándalo de tal magnitud podría arruinar todo. Nisman estaba a punto de destapar esa olla a presión… y el 18 de enero de 2015, un día antes de presentar su denuncia ante el Congreso de la Nación, la historia de Nisman terminó de forma abrupta.
El fiscal había hecho un descubrimiento monumental:el atentado y la muerte de las 85 víctimas, no solo había sido un crimen terrorista, sino un crimen de Estado, de encubrimiento, de complicidad. El gobierno argentino, según su investigación, había pactado con los responsables del atentado. Pero Nisman nunca alcanzó a decirlo en público. La noticia de su muerte se esparció por los medios, pero las preguntas no fueron respondidas. Las conspiraciones se multiplicaron.
Cita en Samarra y Un Encuentro con la Muerte.
¿Suicidio o asesinato? Esa fue la gran pregunta que persistió a lo largo de los años. La versión oficial, rápidamente aceptada por algunos, hablaba de suicidio. Pero ¿suicidio? Un hombre que se encontraba a punto de hacer pública una de las denuncias más impactantes y trascendentes de la historia de Argentina… ¿se mata justo antes de presentar su caso?
Nisman no era el tipo de hombre que se rendía. En los días previos a su muerte, ya había recibido amenazas. Aquellos que lo conocían aseguran que él sabía que estaba caminando sobre un campo minado, pero también sabían que se había preparado para ese momento. La hipótesis del suicidio fue, desde el principio, insostenible. Y, sin embargo, a pesar de los indicios de que algo no encajaba, esa versión persistí en el relato oficial.
La escena del crimen era tan desconcertante y absurda como el propio caso. Un disparo en la cabeza, sin signos de lucha, pero con la extraña y precisa colocación del cuerpo. Los forenses nunca pudieron o quisieron llegar a una conclusión definitiva. Testigos, amigos y colegas de Nisman se deshicieron en lágrimas, pero el sistema judicial argentino jamás logró proporcionar una respuesta clara. El informe de su muerte, a pesar de las investigaciones, se convirtió en otro capítulo no resuelto de una historia que sigue viviendo en la penumbra.
Una Vez Más La Grieta
La muerte de Nisman no solo afectó a su círculo cercano, sino que golpeó al corazón de la sociedad misma. La nación se dividió entre quienes veían en su asesinato un crimen político, un intento de silenciar la verdad, y aquellos que se aferraban a la versión oficial de suicidio.
El clima político de Argentina estaba marcado por la polarización. Nisman no era solo un fiscal. Había sido una figura incómoda, alguien que, al desafiar al gobierno de Cristina Kirchner, se había convertido en un enemigo para algunos, y en un héroe para otros. La denuncia que Nisman preparaba no era solo un acto judicial: era un desafío directo a los intereses de la clase política argentina. Y en ese desafío radicaba su peligrosidad.
A medida que los días pasaban y la muerte de Nisman se convertía en un tema de debate público, las tensiones se incrementaban. Las protestas en las calles de Buenos Aires se multiplicaron. Los que veían a Nisman como un mártir de la justicia salieron a exigir respuestas, pero el gobierno, en lugar de ofrecer transparencia, se limitó a generar cortinas de humo.
La Teoría del Asesinato: Un Caso de Encubrimiento Global
Existen varias teorías sobre lo que ocurrió con Nisman. La más extendida sostiene que fue asesinado para evitar que presentara su denuncia, para silenciar su investigación. ¿Quiénes estaban detrás de esto? Algunos apuntan a actores internos del gobierno argentino. Otros, a la posible intervención de intereses internacionales. Lo cierto es que Nisman estaba a punto de mover una ficha que podía cambiar la política argentina y las relaciones con Irán para siempre. Eso lo convirtió en una amenaza.
El caso no solo tenía repercusiones nacionales. A nivel internacional, las implicancias eran profundas. Nisman acusaba a Irán, una potencia con la que Argentina había comenzado a estrechar lazos en busca de acuerdos económicos. ¿Podía la muerte de Nisman haber sido parte de un juego mucho mayor? Un asesinato que buscaba frenar una investigación que ponía en peligro los intereses geopolíticos y económicos de varios actores internacionales.
Diez Años de Impunidad
Una década ha pasado desde la muerte del fiscal Nisman, pero el país sigue sin respuestas. El aniversario de su muerte se convierte en una fecha dolorosa, no solo para su familia y allegados, sino para quienes creyeron en su lucha por la justicia.
El caso de Nisman es el reflejo de un país atrapado en su propia historia. Un país donde el encubrimiento, la corrupción y la impunidad han hecho imposible la justicia. Un país donde los crímenes del pasado siguen siendo impunes y donde los muertos siguen clamando, pero nadie escucha. La muerte de Nisman es mucho más que el fin de una vida.
La Argentina, tal vez, haya cambiado, pero la historia de Nisman sigue siendo la misma: un caso sin cerrar, una pregunta sin responder, una tragedia persistente, alimentada por las sombras de un poder sucio y mezquino que nunca se atrevió a confrontarlo.
La memoria de Alberto Nisman sigue viva en en el grito de aquellos que exigen respuestas, aunque estas quizá nunca lleguen.